Cuando oímos las palabras cursos o seminarios, dentro del contexto llamado: crecimiento personal, New Age, terapias naturales, cuántica, etc. Un altísimo porcentaje de personas interesadas en estos piensa: “poder ayudar a los demás, crear mi propia consulta, vivir de ello, hacer algo útil por el mundo, por ser alguien…” Pero muy pocos/as acuden a estos cursos y seminarios simplemente por ellos mismos/as, por el mero echo de conocerse mejor, despertar lo mejor de si mismo/a, etc o con la única pretensión de identificar, trabajarse y superar los aspectos oscuros de la personalidad; los patrones mentales, creencias, suposiciones, apegos… que entorpecen nuestra evolución no solo como personas sino también como SERES.
No son pocas las personas que he conocido, que han obtenido toneladas de conocimientos acumulados en docenas de cursos y seminarios. Al interesarme por lo que han estudiado, normalmente siento que se genera una especie de recelo por parte de la otra persona, como si pretendiese “robarles” esa información que obtuvieron en sus cursos, para después utilizarla y aprovecharme yo de ella.
Si está leyendo estas líneas, por favor responda (en el apartado comentarios) con un número a partir de 0 hasta el que conozca: ¿Cuántos terapeutas conoce que trabajen en equipo compartiendo información y clientes con otros terapeutas?
Mi bagaje en el mundo de las terapias empezó, más o menos hace unos nueve años. Una día una amiga me comentó que si quería probar no se que de flores, yo textualmente le contesté que me dejara de tonterías. Unos 16 meses después, caí en algo a lo que yo me creía inmune, una depresión de caballo. Pese a que nadie se dio cuenta, ni los más allegados, el Prozac y el Trankimazin formaron parte de mi dieta cotidiana. Pero la susodicha amiga volvió a preguntarme: “¿quieres que te haga un preparado floral?”, a lo que respondí que me comería un jardín entero. Me dio un frasquito de vidrio marronoso, con un gotero que dosificaba un líquido con un gusto extraño. Solo se que después de 10 u 11 días de tomarme ese mejunje, volvía a ser yo.
Soy curioso por naturaleza, así que me compre algún libro sobre terapia floral de Bach, y finalmente realice el curso que duró seis meses, más otro de profundización. Me compré un set de flores, que me costó una fortuna, y empecé la auto medicación. Después de este curso llegaron otros que me parecieron inquietantes para satisfacer mi insaciable curiosidad. De todos ellos yo era mi propio conejillo de indias, y cuando no podía practicar conmigo, acudía a algún terapeuta sobre la materia para que me lo hiciese vivir, como por ejemplo la terapia regresiva a vidas pasadas. Si, lo reconozco, lo hice solo por y para mi equilibrio y bienestar. Hasta que un día, una persona allegada que se enteró de todo lo que había estudiado, se auto invitó a que le echase una mano a solucionar un problema que ya empezaba a acusarse físicamente. Tras unas semanas del tratamiento que creí más conveniente, esta persona me dijo que era bueno y que podía dedicarme a ello. Quedó tan contenta que quiso pagarme las terapias, y al negarme a ello, me invito a una súper cenorra.
Tras unos cuantos meses de meditar, identificar y superar mis miedos, me lancé a instalar lo indispensable en una pequeña habitación de mi pisito, para probar. Lo cierto es que en los tres años de actividad que mantuve la abierta y solo con el boca oreja, pasaron por esta humilde consulta más de 320 personas. Después llegaron los cursos itinerantes de yoga, relajación… por la comarca, consultas a domicilia para aquellas personas que no se podían mover del mismo, y por último Bamboo Zen.
Si alguna conclusión he llegado después de todo este tiempo, es que: “No sabe más quien más ha hecho, sino quien más integra en su experiencia de vida”, “Sigo trabajando para que se manifieste en mi vida el Ser divino que habita en mi, e intento ayudar a los demás para que también lo consigan”. “Me gustaría dejar este mundo un poquitico mejor que como lo encontré”. “Y se que desencarnaré siendo un “maldito” soñador”, ¡Y QUÉ!
EN EL APARTADO TERAPIAS Y CURSOS, OS PASAREMOS A INFORMAR SOBRE TODOS AQUELLOS SEMINARIOS QUE REALIZAREMOS A LO LARGO DEL 2009, Y QUE ESPERAMOS SE HAN DE MUCHO PROBECHO PARA TODOS/AS. GRACIAS.
No son pocas las personas que he conocido, que han obtenido toneladas de conocimientos acumulados en docenas de cursos y seminarios. Al interesarme por lo que han estudiado, normalmente siento que se genera una especie de recelo por parte de la otra persona, como si pretendiese “robarles” esa información que obtuvieron en sus cursos, para después utilizarla y aprovecharme yo de ella.
Si está leyendo estas líneas, por favor responda (en el apartado comentarios) con un número a partir de 0 hasta el que conozca: ¿Cuántos terapeutas conoce que trabajen en equipo compartiendo información y clientes con otros terapeutas?
Mi bagaje en el mundo de las terapias empezó, más o menos hace unos nueve años. Una día una amiga me comentó que si quería probar no se que de flores, yo textualmente le contesté que me dejara de tonterías. Unos 16 meses después, caí en algo a lo que yo me creía inmune, una depresión de caballo. Pese a que nadie se dio cuenta, ni los más allegados, el Prozac y el Trankimazin formaron parte de mi dieta cotidiana. Pero la susodicha amiga volvió a preguntarme: “¿quieres que te haga un preparado floral?”, a lo que respondí que me comería un jardín entero. Me dio un frasquito de vidrio marronoso, con un gotero que dosificaba un líquido con un gusto extraño. Solo se que después de 10 u 11 días de tomarme ese mejunje, volvía a ser yo.
Soy curioso por naturaleza, así que me compre algún libro sobre terapia floral de Bach, y finalmente realice el curso que duró seis meses, más otro de profundización. Me compré un set de flores, que me costó una fortuna, y empecé la auto medicación. Después de este curso llegaron otros que me parecieron inquietantes para satisfacer mi insaciable curiosidad. De todos ellos yo era mi propio conejillo de indias, y cuando no podía practicar conmigo, acudía a algún terapeuta sobre la materia para que me lo hiciese vivir, como por ejemplo la terapia regresiva a vidas pasadas. Si, lo reconozco, lo hice solo por y para mi equilibrio y bienestar. Hasta que un día, una persona allegada que se enteró de todo lo que había estudiado, se auto invitó a que le echase una mano a solucionar un problema que ya empezaba a acusarse físicamente. Tras unas semanas del tratamiento que creí más conveniente, esta persona me dijo que era bueno y que podía dedicarme a ello. Quedó tan contenta que quiso pagarme las terapias, y al negarme a ello, me invito a una súper cenorra.
Tras unos cuantos meses de meditar, identificar y superar mis miedos, me lancé a instalar lo indispensable en una pequeña habitación de mi pisito, para probar. Lo cierto es que en los tres años de actividad que mantuve la abierta y solo con el boca oreja, pasaron por esta humilde consulta más de 320 personas. Después llegaron los cursos itinerantes de yoga, relajación… por la comarca, consultas a domicilia para aquellas personas que no se podían mover del mismo, y por último Bamboo Zen.
Si alguna conclusión he llegado después de todo este tiempo, es que: “No sabe más quien más ha hecho, sino quien más integra en su experiencia de vida”, “Sigo trabajando para que se manifieste en mi vida el Ser divino que habita en mi, e intento ayudar a los demás para que también lo consigan”. “Me gustaría dejar este mundo un poquitico mejor que como lo encontré”. “Y se que desencarnaré siendo un “maldito” soñador”, ¡Y QUÉ!
EN EL APARTADO TERAPIAS Y CURSOS, OS PASAREMOS A INFORMAR SOBRE TODOS AQUELLOS SEMINARIOS QUE REALIZAREMOS A LO LARGO DEL 2009, Y QUE ESPERAMOS SE HAN DE MUCHO PROBECHO PARA TODOS/AS. GRACIAS.
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