Cuenta una historia taoísta, que un anciano cayó accidentalmente en los rápidos de un río de alta montaña. Las gélidas aguas lo llevaron peligrosamente hacia una enorme cascada. El pobre viejo era manejado por las fuertes corrientes como si fuese un trapo. Ahora se hundía, como salía de golpe a la superficie, como lo conducían hacia las enormes rocas, o hacia enormes troncos atascados en medio del curso de las aguas. Los que lo presenciaban, temían por su vida. Cayo por la cascada, fue arremolinado, retorcido, hundido. Milagrosamente, sobrevivió. Apareció ileso río abajo.
La gente le pregunto cómo logró sobrevivir. A lo que respondió: “Me dejé llevar, me adapté al agua, no el agua a mí. Sin pensar me deje moldear por el agua. Ahora arriba, ahora abajo. Contra las rocas o dentro del remolino. Sencillamente, no opuse resistencia”.
Muchas versiones describen que Confucio fue testigo directo de esta vieja pero verídica historia
La gente le pregunto cómo logró sobrevivir. A lo que respondió: “Me dejé llevar, me adapté al agua, no el agua a mí. Sin pensar me deje moldear por el agua. Ahora arriba, ahora abajo. Contra las rocas o dentro del remolino. Sencillamente, no opuse resistencia”.
Muchas versiones describen que Confucio fue testigo directo de esta vieja pero verídica historia
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