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martes, 21 de abril de 2009

CUENTO TRADICIONAL TIBETANO (Para pensar, o no)

Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma palabra: -Vaciaos, vaciaos.Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron: -Maestro, no queremos poner en duda tus enseñanzas, pero...¿podrías decirnos por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos? -Cuestionar para aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua. Los discípulos, asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones. -Ahora vais a hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó: -Ahora, vaciad los vasos y golpeadlos nuevamente.Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso, vivo, sin dudas más musical.Los monjes intuían la enseñanza: -Así como un vaso lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser.
Al final de este hermoso cuento tradicional del Tíbet, no critica el conocimiento por si mismo, pero si la subjetiva y aparcelada utilización que de la información y el conocimiento hacemos. Como ejemplo: Cuando un niño ve por primera vez el majestuoso vuelo de un águila, se prenda no tan solo de lo que ve, si no de lo que la naturaleza le transmite a través de esa creación del Universo. La danza aérea de la libertad, el equilibrio entre la vida y la muerte, la unión de lo físico y lo etéreo… Pero entonces cuando se lo comenta a sus papas, estos le contestan: “Ah, si. Es un águila. Un ave rapaz, que caza otros pájaros y mamíferos y vuela muy alto”. Ahí, se introdujo una etiqueta mental, que castró el resto de percepciones. Se rompió la magia, la percepción, la vivencia única he irrepetible de ese momento. Se aconductó una vez más la impoluta mente del niño con un esquema mental más. Y seguirà sucediendo hasta que ese niño cuando sea mayor, no sepa ver la magia de la existencia en cada segundo de la vida.
GRACIAS.
Carles.

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