Cuando hablamos de meditación, forzosamente tenemos que hablar del alma, la mente y el cuerpo. Las partes que forman un ser humano, SER-HUMANO. La propia palabra lo indica sin que hayamos reparado en ello. Un Ser, metido dentro de un cuerpo y un contexto humano. Años atrás, cuando aun no habíamos acelerado tanto el ritmo de vida, los seres humanos tenían tiempo de reflexionar, relacionarse, estar en mayor contacto con la naturaleza, conversar, compartir y experimentar emociones y sentimientos que despertaban lo mejor de ellos. Dicho de otra forma, un contexto humano armónico y tranquilo, podía unir cuerpo, mente y alma, haciendo
sentir un estado de plena felicidad, lo cual, daba sentido a la vida. Que por ciento era más dura.Si la actividad principal del humano es el hacer, la actividad principal del alma es el Ser, y no se puede SER completamente (experimentar el alma) mientras se hace. ¿Por qué? Porque cuando se está haciendo, la mente que nos identifica con el humano, está totalmente conectada, entorpeciéndonos la hermosa experiencia del Ser, de la total plenitud.Tras la práctica (que explicaremos más adelant
e) de la actitud meditativa, la vida y las situaciones ordinarias, cobran un significado especial. Es como si todo cuanto nos rodea, y pese a no haber cambiado, fuese mucho más hermoso, más sagrado: Las relaciones, las situaciones, las personas, los lugares. Se pasa a sentir una especie de interconexión con todo cuanto nos rodea. Empiezan a despertarse inquietudes, a llegar a nosotros informaciones que no hemos oído o leído, pero que sabemos, aumenta la felicidad, la genialidad, la inspiración, la intuición, las “casualidades”, las oportunidades, los encuentros con personas que tienen nuestra misma inquietud y la sincronicidad en nuestra vida aumenta (más adelante pasaremos a explicar que es la sincronicidad).
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