
Una hermosa parábola del maestro Joshua narra que: “Un señor entregó seis talentos (moneda romana de la época en la antigua palestina) a cada uno de sus cuatro criados, con la consiguiente premisa. -Ir con estos talentos y multiplicarlo, pero sobre todo no los perdáis-
Al cabo de unas semanas regresaron los criados, y el primero narró. –Señor invertí cuatro de tus talentos en olivas, pero después su precio bajo. Así que cogí el carro de olivas y lo lleve a Corínto, donde solo crecen palmeras, y cual fue mi sorpresa cuando las gentes de allí me lo compraron por diez veces su precio. Por ello señor te entrego 42 talentos. MUY BIEN DIJO EL SEÑOR
El segundo criado contó – Mi señor, yo sentí gran respeto al invertir en la agricultura por la gran sequía que nos acecha, sí que decidí comprar cabras y con su leche hacer quesos. Pero esos locos animales, a un descuido mío, comieron hierbas amargas y se les cortó la leche. Así que con el talento que me quedó, me arriesgue a comprar un macho cabrío que tras preñar a todo el rebaño, este a multiplicado por tres su valor. Así que te entrego 28 talentos y tres monedas de cobre. MUY BIEN DIJO EL SEÑOR
El tercer criado, poniéndose de rodillas dijo –Mi señor, os ruego que me perdonéis. Yo me dirigí al lago de Tiberiades, y me di cuenta que la mayoría de embarcaciones estaban amarradas. Al preguntar, me dijeron que la última tempestad rompió la mayoría de las redes, hundiéndolas en el fondo del lago, a sí que pensé. Compro redes para todas las embarcaciones, a cambio que el 60% de la recaudación de la pesca sea para mi señor y el 40% para los pescadores. Ganando así mi señor y los pescadores, ya que pagarían de esa formas las redes que finalmente quedarían para ellos y sus familias. Pero tras dos semanas, una nueva tormenta, hundió redes e incluso algu
na embarcación. Por ello solo os puedo devolver 5 talentos y 60 monedas de cobre. MUY BIEN DIJO EL SEÑOR
El cuarto criado, tras escuchar la afligida historia del tercero se apresuró a decir. –Tomad señor, aquí están los mismos talentos que me entregasteis, brillantes, contantes y sonantes. ¿PUES QUE ES LO QUE SUCEDIÓ QUE ME DEVUELVES ESACTAMENTE LO MISMO QUE YO TE ENTREGUE? –Pues usted verá. Pensé que con el gran número de malhechores, estafadores y mentirosos que hay por el mundo, no valía la pena arriesgarse, así que hice un agujero en el suelo, envolví las monedas en un paño y las enterré hasta el día de hoy.
YO TE ENTREGUE LO QUE NINGÚN SEÑOR ES CAPAZ DE DAR A CRIADO ALGUNO, Y TU ASÍ ME LO AGRADECES, ENTERRANDO MIS TALENTOS.
Al cabo de unas semanas regresaron los criados, y el primero narró. –Señor invertí cuatro de tus talentos en olivas, pero después su precio bajo. Así que cogí el carro de olivas y lo lleve a Corínto, donde solo crecen palmeras, y cual fue mi sorpresa cuando las gentes de allí me lo compraron por diez veces su precio. Por ello señor te entrego 42 talentos. MUY BIEN DIJO EL SEÑOR
El segundo criado contó – Mi señor, yo sentí gran respeto al invertir en la agricultura por la gran sequía que nos acecha, sí que decidí comprar cabras y con su leche hacer quesos. Pero esos locos animales, a un descuido mío, comieron hierbas amargas y se les cortó la leche. Así que con el talento que me quedó, me arriesgue a comprar un macho cabrío que tras preñar a todo el rebaño, este a multiplicado por tres su valor. Así que te entrego 28 talentos y tres monedas de cobre. MUY BIEN DIJO EL SEÑOR

El tercer criado, poniéndose de rodillas dijo –Mi señor, os ruego que me perdonéis. Yo me dirigí al lago de Tiberiades, y me di cuenta que la mayoría de embarcaciones estaban amarradas. Al preguntar, me dijeron que la última tempestad rompió la mayoría de las redes, hundiéndolas en el fondo del lago, a sí que pensé. Compro redes para todas las embarcaciones, a cambio que el 60% de la recaudación de la pesca sea para mi señor y el 40% para los pescadores. Ganando así mi señor y los pescadores, ya que pagarían de esa formas las redes que finalmente quedarían para ellos y sus familias. Pero tras dos semanas, una nueva tormenta, hundió redes e incluso algu

El cuarto criado, tras escuchar la afligida historia del tercero se apresuró a decir. –Tomad señor, aquí están los mismos talentos que me entregasteis, brillantes, contantes y sonantes. ¿PUES QUE ES LO QUE SUCEDIÓ QUE ME DEVUELVES ESACTAMENTE LO MISMO QUE YO TE ENTREGUE? –Pues usted verá. Pensé que con el gran número de malhechores, estafadores y mentirosos que hay por el mundo, no valía la pena arriesgarse, así que hice un agujero en el suelo, envolví las monedas en un paño y las enterré hasta el día de hoy.
YO TE ENTREGUE LO QUE NINGÚN SEÑOR ES CAPAZ DE DAR A CRIADO ALGUNO, Y TU ASÍ ME LO AGRADECES, ENTERRANDO MIS TALENTOS.
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